Faltan unos pocos
días para continuar nuestro camino, y aunque tengo ganas de montarme en la
bici, esta vez tengo también una sensación de sentimientos mezclados. Esta será
de algún modo, la última parte de mi viaje, la que debe culminar con alcanzar o
no mi objetivo, Ulan Bator.
Durante mi viaje
conocí y viajé con otros ciclistas que no tenían un objetivo fijo. O al menos
este no era un objetivo establecido por una determinas coordenadas geográficas.
En este caso Tina y Pedr. Ellos tienen la idea de que quieren llegar a Australia
o tal vez Nueva Zelanda o incluso luego saltar a Sud-América. Pero sin ningún objetivo fijo, y si he de ser
sincero nunca lo entendí. Nuestra forma de viajar es sin duda muy diferente.
Ellos estaban siempre obsesionados con los km que habían hecho, y si me preguntáis
a mí, no lo sé. Nunca supe cuantos km me separaban de Mongolia, ni me
interesaba demasiado. Durante la preparación del viaje corté el recorrido en
tramos solo para ver si podía o no podía hacerse con mi tiempo disponible, pero
nunca los sumé para saber el total. Mi madre decía 6000 km en línea recta, la
mujer de mi padre 10.000 km en total. Nunca entendí a Tina y Pedr, pero tal vez
la diferencia residía en que ellos son en realidad mucho más ciclistas que yo.
De hecho ni tan siquiera me considero uno.
Sea como sea,
ahora mi objetivo está mucho más cerca de mí. Al empezar este viaje me preocupaban
muchas cosas, muchas cosas que podían pasar.
Mayoritariamente en Mongolia. Ahora me preocupa mucho más conseguir mi
objetivo que incluso morir en el intento. Soy de la opinión de que la vida
carece de sentido y que uno puede solo inventárselo
a través de objetivos. Por ello,
conseguir todas las metas en la vida es sin duda una desgracia.
Si consigo lo que
quiero, espero al menos que ello me recompense con algo. Como Marlow en el corazón
de las tinieblas. Consiguió su objetivo con Kurtz, pero al menos eso lo llevo a conocer la locura y el horror. Cambió
quien era y su idea del mundo colonial. Y supongo que esto es tan válido para
Marlow como para Conrad.
Esto me recuerda
cuando tenía 22 o 23 años y que viajé también a África. El objetivo de mi viaje
era visitar a mi madre en Niger. Para hacer el viaje más interesante decidí que
haría por tierra los 5000 km que separaban la costa de Senegal con el desierto
de Niger. En este caso seguía los pasos
de Kapuściński. En ese viaje no conseguí mi objetivo de ver a mi madre. Y eso
es una pena ya que uno debe siempre pagar una buena visita a quienes les han
dado la vida. Por el contrario el viaje me llevo por lo que muchos dijeron,
casi a la muerte. Y valió la pena, no
conseguí mi objetivo pero llegué a un lugar mucho más lejano. Me enfrenté a mi mismo sin miedo y gané. Esa
experiencia me enseño de la vida y de mi mismo muchas cosas, como por ejemplo a
valorar la vida en sí misma, pero sin duda a no tener miedo a vivirla. Siempre
he pensado que un día tengo que llegar a recorrer los 5000 km, y no quedarme en
los 2000 o 3000 que solo recorrí, pero a veces me pregunto si eso me llevaría a
sobrepasar mi propia muerte.
Una vez escuche
sobre una tribu de Indios Americanos. Al llegar a la edad madura, los jóvenes de
la tribu tenían que salir solos a cazar o simplemente encontrar a un búfalo
blanco y no volver hasta conseguirlo. Lógicamente el búfalo blanco no existía de
forma real. Así que los jóvenes vagaban por días semanas o meses en busca de
algo absurdo. Con el tiempo, muertos de hambre y solos; enloquecidos por la búsqueda
de algo imposible todos terminaban encontrándolo en su interior, en su
imaginación. Los jóvenes terminaban viendo al búfalo para poder volver a casa
medio muertos. Todos salieron del confort de la niñez para volver (supongo que
algunos) siendo hombres. Tal vez no habían matado al búfalo, pero sin duda
verlo les había costado y aportado algo.
Por ello, no
estoy preparado para llegar a Ulan Bator. Porque creo que no me lo merezco. ¿Ha
sido duro? Sí, ¿He vivido muchas experiencias?
Sin duda, pero no lo suficiente. No quiero volver todavía y encerrarme en mi
jaula, porque creo que aun no he visto a mi búfalo blanco.
Otro ejemplo es
Rimbaud, él como un gato medio salvaje solo volvía a casa medio muerto. Hasta
que un día murió. Pero él escogió vivir la aventura de vivir y no vivir el hastío
de su vida, y eso merece coraje.
"Por ello, no estoy preparado para llegar a Ulan Bator. Porque creo que no me lo merezco."
ResponEliminaQuan de mal ha fet Son Goku!!
Vaig ensenyar el video que et van fer a les tietes. Els va encantar. La tieta Sole va dir donaria el que fos per veure totes aquestes coses en persona. De vegades el búfal blanc està al davant d'un mateix ...
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